La historia de Celso y Manolo es una de esas historias que
hay que conocer antes de entrar a la
taberna, porque conociendo su historia, el aperitivo tiene mucho más
sabor.
Celso y Manolo son dos hermanos de origen asturiano y
ascendencia minera. En 1965 Manolo y su alma inquieta se presentaron en Madrid con una maleta. Entró como un torero por la calle Libertad y allí encontró la Tasca de Pepe, en la que se puso a trabajar de aprendiz. En los años 70 Pepe le anunció su jubilación y Manolo, con valor torero (y con ayuda de su madre y de un banco), decidió abrir el restaurante Argüelles y traerse a su hermano Celso. El tiempo pasó, y un día mientras terminaban de comerse una ración de callos decidieron que había llegado el momento de la
jubilación. Durante todo ese tiempo en el que estuvieron cada día al pie del
cañón aprendieron a amar su restaurante, y no querían que pasara a manos de
cualquiera y perdiera su alma.
Entonces llegó Carlos Zamora dispuesto a reivindicar el
espíritu y la magia de la típica tasca madrileña, esa esencia de tasca castiza
donde se comen cosas ricas y se recibe con alegría a los clientes.
Y lo ha conseguido! Para hacerlo se ha servido de dos
pilares fundamentales, la decoración y la gastronomía.
Estéticamente ha hecho protagonista de Celso y Manolo a su
imponente barra de mármol tricolor y de ocho metros de largo, pero además ha
recuperado desde los tenedores de aperitivo de dos dientes y la vajilla austera,
hasta el vermú del Montsant, el café de puchero o el vino a porrón, y en ello
sobrevuela un espíritu taurino renovado y muy discreto.
En cuanto a la gastronomía, en la carta de Celso y Manolo
hay propuestas propias de tasca y verbena a través de especialidades propias de
la tasca asturiana, sureña, leonesa o del Madrid más cañí. Un compendio, en
total, de 70 recetas que se presentan en una carta con el formato tabloide del
desaparecido Heraldo de Madrid.
Bocadillos históricos como el pepito de ternera o el de
calamares, rabas del Cantábrico fritas, empanadillas, bacalao al ajo arriero,
arroces anárquicos, huevos de gallina
felices… pero todo esto convive, tal y
como corresponde a una taberna del siglo XXI, con una cocina moderna y
novedosa.
Tal y como dice Carlos,
"una oferta pensada como todo en Celso y Manolo, para crear afición, cultura y auténtica pasión".
Y tras escuchar esa frase de Carlos no puedo dejar de hacer una reflexión. Carlos ha apostado por conservar el espíritu clásico de la tasca, su alma, la tradición... Y lo que ha hecho para ello es apostar por la renovación, una renovación y una modernidad al estilo de los valores tradicionales... ¡y a la vista está que funciona!
Creo que este puede ser el mejor consejo que le podemos dar al mundo de la tauromaquia, los valores tradicionales del mundo del toro que se están perdiendo, no se recuperan anclándolos al pasado y dejándolos inamovibles, sino dejándolos evolucionar para adaptarsse a los tiempos. La pureza no se pierde, solo se transforma, y he aqui una prueba palpable.
Durante el tiempo que duró la reforma, Celso y Manolo fueron cada día a supevisar las obras, y ahora con la taberna abierta, son clientes asiduos. En su honor y para mantener la esencia de estos hermans, Carlos decidió ponerle su nombre a la taberna, y como a Carlos no le gustan los callos, dicee que nunca se jubilará ;-)